El miedo es una de las características psíquicas que conforman el carácter de un perro, que deben ser tenidas más en cuenta de cara a una convivencia apacible y duradera de éstos con las personas.
Sin embargo, curiosamente, es de las más ignoradas a la hora de elegir una raza o un individuo para que conviva con nosotros, con nuestros hijos, nietos o abuelos.
Nadie piensa que un perro miedoso puede ser un problema en la convivencia diaria. En lo que más solemos pararnos a pensar, a la hora de adquirir un perro, es en su carácter agresivo, en si nos destrozará los muebles nuevos del salón o en si se hará sus necesidades dentro de casa.
Como en todos los problemas de comportamiento, es fundamental asesorarse previamente a la adquisición de un perro o gato, sobre su genética, su ambiente de cría y sus cuidados maternales.
La conducta es el resultado de la interacción compleja entre genes del animal y ambiente en el que se cría.
Además, la heredabilidad de un carácter es la proporción de la variabilidad de ese carácter que es debida a la herencia de los genes.
Sabemos que para el carácter miedo, la heredabilidad es de 0,4-0,5. Es decir, que si su perro es miedoso y tiene descendientes, tendrá una probabilidad del 50% de que esas crías hereden el mismo carácter. Aún más, si el ejemplar que posee el carácter “miedo” es la madre- y dado que en la especie canina es ésta la encargada de otorgar los cuidados parentales- las crías se verán también influenciadas por un ambiente materno en el cual las enseñanzas irán encaminadas a “formar” hijos miedosos.
Entendemos por miedo la respuesta normal de autoprotección que muestra un animal frente a situaciones que son percibidas como una amenaza para él.
El dolor, el miedo y otras formas de sufrimiento no ocurren en la naturaleza por azar o por capricho, sino que son producidas por la selección natural como mecanismos adaptativos, para evitar heridas y escapar a los peligros y representan una ventaja evolutiva tanto para el hombre como para otros animales.
En la Naturaleza las situaciones de conflicto o frustración que pueden ser causantes de una respuesta de miedo son frecuentes, pero no lo es que se prolonguen. Sin embargo, si una situación que desencadena una respuesta de miedo en un animal se perpetúa en el tiempo, los mecanismos adaptativos se rompen, dando lugar a una situación de estrés patológico crónico que puede desembocar en la muerte del animal.
Asimismo, si la reacción de miedo se manifiesta de forma excesiva o en contextos inadecuados, puede dar lugar a problemas de comportamiento como son: fobias, agresividad defensiva o ansiedad por separación.
Etiología del miedo a las personas
El tema que nos ocupa en este artículo es el del miedo que pueden desarrollar los perros hacia las personas, ya sean todas en general o algunos grupos en particular como niños, ancianos, hombres, mujeres, personas de una determinada raza o vestidas de cierta manera y un largo etcétera.
Como he comentado antes, el carácter miedo posee la heredabilidad más alta dentro de los caracteres psíquicos o de conducta del perro. Es por ello que es el primer punto en el que tenemos que fijarnos antes de adquirir un perro, si es que queremos seleccionar la ausencia de este carácter. Asimismo, será también el primer factor a descartar si estamos tratando un caso clínico en el que intervenga el miedo o sea el problema principal.
Desgraciadamente, la mayoría de los llamados “criadores” hoy día seleccionan a sus ejemplares únicamente por su morfología, obviando las características conductuales de progenitores y futuros cachorros. Esto nos lleva a que existan cada vez más problemas de miedo genético en los perros destinados a compañía e incluso, aún peor, en otros destinados a trabajos especiales y que caen en manos inexpertas que no efectúan un análisis de la conducta antes de comenzar el trabajo con el perro.
En contra de esto, y afortunadamente, cada vez hay más concienciación de profesionales y profanos en el conocimiento y las bondades del uso de la Etología como ciencia y como medida para la consecución de una mejor convivencia con nuestras mascotas y de la asignatura pendiente del bienestar animal.
Un buen especialista se molestará en realizar, antes de comenzar a trabajar con un perro, un análisis de las conductas instintivas y de las cualidades psicofísicas.
Si tras una concienzuda anamnesis de un caso clínico llegamos a la conclusión de que la causa del miedo de un perro es genética, podemos olvidarnos de solucionar el problema. Contra lo que hay escrito en los genes no podemos hacer nada. Solamente nos queda someter al perro a un programa de manejo adecuado basado en la desensibilización, ayudado o no por medicación y feromonoterapia, esperando que el miedo no se generalice. Por supuesto, lo ético y correcto sería eliminar a ese animal de la cría.
Las otras dos causas posibles del miedo hacia las personas serían un fallo en la socialización temprana y una experiencia traumática sufrida por el animal.
De las dos, la experiencia traumática tiene un mejor pronóstico. Puede ocurrir en casos en que el cachorro o el adulto hayan estado sometidos a un mal manejo por ciertos grupos de personas o en los que el animal se haya sensibilizado hacia una persona, por coexistencia en espacio y tiempo con otra situación o estímulo traumático. En estos casos puede existir una generalización de la reacción ante otras personas de las mismas características que la implicada en el suceso.
Para que nos entendamos pondré un ejemplo: un perro puede tener miedo a los niños porque de pequeño era sometido a experiencias traumáticas por un grupo de éstos; o bien porque se sensibilizó a la presencia de los mismos, cuando un día jugando en la calle con un grupo de niños, tuvo una reacción de pánico por el estallido de un petardo lanzado por la pandilla.
La solución en el caso de la experiencia traumática tiene un buen pronóstico, en cuanto a que se trata de desensibilizar frente al estímulo que desencadenó en su origen la respuesta de miedo. En el ejemplo propuesto, el programa de tratamiento se basaría el manejo con los niños, añadiendo los petardos en el caso de la sensibilización. Por supuesto, dependiendo de que el nivel de miedo alcanzado en el animal sea más o menos incapacitante, podremos añadir la farmacoterapia y las feromonas.
La importancia de la Socialización y las Manipulaciones neonatales
Nos queda una tercera causa por analizar en la etiología del miedo de los perros a las personas. Hablamos de un fallo en la socialización temprana del cachorro, factor que ocupa el segundo lugar en importancia y en pronóstico después del control genético.
Entendemos por periodo de socialización del cachorro al comprendido entre las 3 y las 12 semanas de vida del mismo. Este periodo en las especies altriciales, al igual que el imprinting que describió Lorenz en las especies precociales, permite al animal impregnarse definitivamente de la conducta social y sexual propia de su especie, así como aceptar al hombre en un imprinting heteroespecífico. Es decir, un perro bien socializado aprendería a “ser perro” y a aceptar al humano como especie amiga.
Esto se consigue exponiendo al cachorro, en un momento determinado del periodo de socialización, a la presencia de humanos.
Las manipulaciones neonatales consisten en ampliar y completar las que la madre otorga a los cachorros dentro de los cuidados parentales.
Una perra no tiene por qué enseñarle a sus cachorros a convivir con los humanos, a establecer unas normas sociales con ellos ni a integrarse dentro de la estructura familiar. Ella les enseñará a “ser perros” y ya tendrá bastante con eso. Es responsabilidad nuestra, ya que los hemos introducido en nuestra vida como compañeros, el mostrarles lo que les falta para ser “ciudadanos” conviviendo con nuestra especie.
Si un perro no ha sido sometido antes de los 3 ó 4 meses de edad a la presencia y a las manipulaciones de personas, lo más posible es que sufra, más tarde o más temprano, algún problema de miedo hacia ellas.
Esta relación no debe limitarse únicamente a adultos, sino que debe ser lo más variada posible, siendo normal un problema de miedo a personas del sexo masculino en un perro que no ha sido sometido en la camada a la presencia de éstos, aunque sí haya estado en contacto con niños y mujeres; o un problema de miedo a personas desconocidas, si los cachorros sólo se han relacionado con la familia.
Los fallos en la socialización son muy difíciles de corregir, aunque su pronóstico es mejor cuanto más joven sea el animal y menos complicado sea el problema. Las técnicas son las ya comentadas.
Los periodos vitales del perro.
El comportamiento social del perro comienza al nacimiento y se va complicando y desarrollando a medida que el cachorro se va convirtiendo en adulto. El aprendizaje social va pasando por los estadios de la socialización, el desarrollo de las relaciones de dominancia- sumisión, la maduración del comportamiento y las interacciones entre los individuos del grupo. Los estudios más completos al respecto sin duda son los de Scott y Fuller.
La existencia de los llamados periodos críticos está basada en el hecho de que determinadas experiencias importantes deben ocurrir en unos periodos de tiempo concretos, o de otra manera la oportunidad de este aprendizaje no se volverá a dar más adelante. Los dos factores implicados en que aparezcan estos momentos son la oportunidad y facilidad de que ocurran nuevas relaciones sociales y el desarrollo de la capacidad de la memoria.
Estos periodos sociales o vitales son 4: neonatal, transición, socialización y juvenil.
El periodo neonatal comprende las dos primeras semanas de vida, justamente hasta que el cachorro abre los ojos y los oídos y de esta manera se prepara para nuevas experiencias sensoriales. A causa de la inmadurez física y neurológica existente a esta edad, la actividad de los cachorros en este periodo se limita a los patrones propiamente infantiles: el sueño y la alimentación a través de la leche materna. Solamente los estímulos táctiles procedentes de la madre y de los compañeros de camada harán que los cachorros tengan algo de actividad.
El periodo de transición comienza cuando se produce la apertura de ojos y oídos y dura una semana. Durante este tiempo los cachorros pasan de reptar para cercarse a la madre y a sus hermanos a elevarse sobre las patas adoptando lo que ya sería una postura parecida a caminar. De esta manera comienzan a alejarse de la paridera y a explorar nuevos estímulos.
El periodo de socialización es sin duda el más importante en la vida del cachorro relativo a las interacciones sociales. Comienza a las 3 semanas de edad, cuando el cachorro es capaz de separarse de la madre, y dura hasta las 12 semanas, edad a la cual los patrones de comportamiento infantiles terminan y los cachorros son más atraídos por la interacción con el ambiente que por la de su madre y hermanos. Durante este periodo observamos la mayor maduración neurológica, física y conductual. El sistema locomotor es capaz de permitir que los cachorros reaccionen al ambiente, el sistema nervioso se acerca al del adulto y comienza el aprendizaje. Todo lo que pretendamos que el cachorro entienda, asimile y aprenda debería ocurrir en este corto periodo de tiempo.
Los cachorros comienzan la tendencia a cercarse a los extraños a la edad de 3- 5 semanas. Pero a su vez, progresivamente comienzan la tendencia opuesta alcanzando el pico de evitación a la edad de 14 semanas. Esto es un hecho que en condiciones naturales favorece la supervivencia previniendo el contacto con posibles depredadores.
Si nosotros privamos a un cachorro desde el nacimiento hasta las 14 semanas de contacto total con humanos, en el futuro tendremos un perro que nunca tolerará la presencia cercana de uno de nosotros. Es decir, siempre se sentirá incómodo, y manifestará un comportamiento huidizo, o de miedo en el caso de que no tenga escapatoria.
Si por el contrario, privamos al cachorro en el mismo periodo del contacto con perros, y crece con humanos, este perro tendrá serias carencias y conductas anómalas en el plano social y sexual con los de su propia especie.
En otro plano de cosas, el cachorro que permanece confinado a una jaula como único ambiente conocido, desde las 8 semanas hasta los 6 meses de edad, o desde el nacimiento hasta las 14 semanas, presentará un miedo generalizado a otros ambientes diferentes. Incluso aquellos que han sido criados en ambientes pobres en estimulación, mostrarán dificultades de adaptación a ambientes más abiertos, complicados y estimulantes, llegando en casos extremos a una falta total de interés por explorar nuevos ambientes fuera del conocido.
La edad que habitualmente es usada para separar a los cachorros de sus madres y hermanos de camada sería desde las 6 a las 8 semanas, coincidiendo con la edad natural en la que la madre desteta a los cachorros y les enseña independencia en sus actos. Esta separación y cambio de ambiente para convivir con humanos se ha visto que acelera el proceso de socialización con los mismos.
Pero no entendamos mal, para que el cachorro se socialice con el humano no es necesario que lo reforcemos con comida ni que prestemos atención a sus lloros y ladridos causados por el distrés de la separación. El proceso se lleva a cabo por sí solo. Si esta separación de los cachorros de su camada no se lleva a cabo, se deberá permitir el contacto diario con humanos desde las 6 hasta las 12 semanas.
No obstante es preferible que el cachorro permanezca con su camada hasta que finalice el periodo de socialización, obviamente con las premisas que hemos comentado sobre el contacto con otras especies y la estimulación ambiental.
Según los estudios realizados con cachorros, el aprendizaje estable comienza a partir de las 8 semanas de edad. Si sometemos a un cachorro de 8 ó 9 semanas a una experiencia negativa, será capaz de memorizar esa experiencia y reaccionar igual si esta se repite. Sin embargo, quién no ha visto cachorritos de 5 ó 6 semanas repetir una y otra vez el acercamiento a un gato que le ha dado un zarpazo.
Si el acontecimiento negativo supone un trauma para el cachorro, este puede desocializarse y reaccionar con miedo o evitación ante sucesos similares. Un buen ejemplo podría ser la vacunación en la consulta del veterinario.
Por último, el periodo juvenil se extiende desde las 12 semanas hasta la madurez sexual. Si la socialización del cachorro no se sigue recordando durante este periodo se perderá en aproximadamente unos 6 meses. Si no ha sido socializado previamente, será un perro con problemas conductuales de uno u otro tipo el resto de su vida. Durante el periodo juvenil, el cachorro aumenta su interés y su capacidad para explorar nuevos ambientes y seguir su aprendizaje; pero si previamente no tuvo contacto con humanos, los evitará constantemente. En general, la capacidad de aprendizaje aumenta y alcanza su máximo desarrollo, aunque el condicionamiento es más lento que en el periodo anterior.
Consecuencias de los problemas de miedo a las personas
Como en todos los casos de problemas de conducta, lo esencial es el asesoramiento previo de cara a la prevención. En esto es en lo que hacemos hincapié hoy día los profesionales que nos dedicamos a la conducta.
La prevención la abordamos, como ya hemos comentado, desde la selección genética de los individuos y las manipulaciones de las camadas y el ambiente para conseguir una correcta socialización. Quiero destacar que estas técnicas deben ser llevadas a cabo y asesoradas por profesionales en la materia, no es adecuado cualquier tipo de manipulación ni en cualquier momento.
En cuanto a los casos clínicos de miedo ya establecidos, debemos recurrir lo antes posible al especialista, ya que lo que se piensa que no es un problema en su inicio- y que hasta resulta gracioso- puede llevar a desencadenar una agresión a un niño, una persona desconocida o a su propio dueño, simplemente al intentar acariciar al perro.
Por otra parte, un manejo inadecuado del problema puede desembocar en otros problemas de conducta añadidos (ansiedad por separación, fobias y estereotipias) o en acentuar los ya existentes. Un ejemplo lo tenemos en los castigos indiscriminados, que sólo provocan en el animal confusión y más miedo, entrando en una espiral sin fin que puede desembocar en un estado de inhibición de toda conducta y relación con el ambiente.
Por Rosana Alvarez Bueno.
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