Paseando con perros

Al igual que en otras profesiones se tiende a ir al trabajo rápido y no muy bien hecho, en el mundo de los animales hoy en día podemos encontrarnos también este sistema de trabajo. Concretamente en el campo del adiestramiento y la educación canina.

El adiestramiento está sobrevalorado. Así, podemos escuchar expresiones como «¡yo te adiestro el perro en una semana!» y otras similares.

¡No señores!, un perro no se adiestra en una semana, ni es la forma correcta de hacerlo ni es la actitud adecuada para hacerlo. Si se tiene prisa… malo. El animal no entiende de prisas ni de malas actitudes; entiende de paciencia, constancia y trabajo en positivo y sin presiones, que es lo que da mejores resultados. Ya hemos hablado en un artículo anterior sobre este tema, pero hoy nos vamos a centrar en un concepto muy importante y muy beneficioso para enfrentarse al trabajo con un perro (o con un gato): el vínculo.

El vínculo no es más que una relación de confianza mutua, es algo que une a dos individuos que confían uno en las acciones del otro, y que disfrutan de esa relación.

¿A alguien se le había ocurrido antes que este vínculo fuera imprescindible para adiestrar un perro? Seguramente a muchos de vosotros no, por falta de información y porque actualmente se lleva mucho esto de trabajar rapidito y sin esfuerzos.

¿El vínculo se crea o se nace con él? Las dos cosas son ciertas. Hay un vínculo natural entre los miembros de una familia, que será más fuerte entre la madre y sus crías. Pero, ¿qué pasa entre dos especies distintas? Por ejemplo, entre el hombre y el perro, entre el hombre y el gato o entre el perro y el gato. El vínculo más fuerte que se puede asegurar es el de una especie amamantada por otra. Es el caso de cachorros que son destetados demasiado pronto, cuyos dueños les dan el biberón; o entre cachorros de perro y gato que se crían juntos. Aunque este tipo de relación no es demasiado recomendable, ya que el animal no aprenderá los patrones de comportamiento propios de su especie, sino los de la humana, por lo que más adelante padecerá problemas de comportamiento.

La mejor relación que se puede establecer entre dos especies distintas es aquella que nace del periodo de socialización. Que el cachorro de perro o de gato tenga contacto durante su periodo de socialización con otra especie distinta a la suya. Y por supuesto, que este contacto se prolongue después. Pero esto no asegura que cuando vamos a trabajar con un perro, éste nos reconozca como un amigo y nos respete durante ese trabajo. Por eso hay que tomarse la molestia de conseguir un vínculo previo, que nos llevará más o menos tiempo dependiendo de las cualidades individuales del animal.

Si pensáis que esa confianza se consigue con castigo, jerarquizando al perro o con disciplina os equivocáis. Hay tres cosas fundamentales que hacen que cultivemos esa unión: la comida, el paseo y el juego.

Si queremos hacer un buen trabajo, vamos a acordarnos siempre de estas tres cosas básicas. Llévalas siempre contigo si quieres que un perro te haga caso, te mueva el rabo y quiera seguirte. Pásate una semana si es necesario jugando y paseando con el perro mientras le ofreces apetitosos trozos de comida, verás como luego el adiestramiento se desarrolla mucho mejor y el perro aprende mejor porque te entiende, porque confía en ti, porque no hay nada negativo.

De la misma manera que aplicamos esto al trabajo, también es necesario para la vida cotidiana. Un día a día donde se respeta el comportamiento de cada especie y sus necesidades (ya sea perro, gato o loro), es la principal garantía de una convivencia tranquila y feliz para todos.

Así que ya sabes, no quieras correr y párate a disfrutar del vínculo paseando con tu perro o leyendo un libro junto a tu gato.

Por Rosana Álvarez Bueno.

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