En el ejercicio de la medicina veterinaria, una de las responsabilidades más importantes que asumimos es garantizar el bienestar de nuestros pacientes. Sin embargo, en la práctica diaria, ¿hasta qué punto priorizamos este bienestar, especialmente en lo que respecta al manejo del dolor? Esta reflexión está dirigida a mis colegas veterinarios, con el objetivo de repensar nuestras decisiones clínicas desde la perspectiva del paciente, más allá de las presiones económicas o el entusiasmo por las técnicas más innovadoras.


El dolor: un indicador de bienestar fundamental

El dolor no es solo una experiencia sensorial; es un elemento crucial que afecta profundamente la calidad de vida de un animal. Cuando no se gestiona adecuadamente, puede alterar el comportamiento, la interacción social y la capacidad de los animales para realizar actividades esenciales como comer, dormir o jugar.

En mi especialidad, la medicina del comportamiento, el dolor se manifiesta muchas veces como la raíz de problemas conductuales que suelen interpretarse erróneamente. Un gato que deja de usar su arenero puede estar lidiando con dolor articular, un perro que muerde inesperadamente podría estar manifestando la incomodidad de una otitis crónica, y un caballo que no coopera puede estar sufriendo por un equipo inadecuado o lesiones musculares.

La identificación y manejo adecuado del dolor deben estar en el centro de cualquier enfoque veterinario. No basta con aliviar los síntomas visibles; debemos ser proactivos en identificar y tratar las fuentes subyacentes de incomodidad.


El reto de tomar decisiones individualizadas

A menudo, las decisiones clínicas se ven influenciadas por factores externos como las limitaciones económicas del tutor o la tentación de utilizar técnicas novedosas que, aunque prometedoras, podrían no estar suficientemente validadas para garantizar una experiencia sin dolor para el animal.

Aquí surge una pregunta esencial: ¿Estamos priorizando el bienestar individual del paciente o nos estamos dejando llevar por otros intereses? Es importante recordar que cada animal tiene una experiencia única del dolor, influenciada por su especie, raza, edad, antecedentes médicos, temperamento y, en el caso de animales de compañía, su entorno social.

Optar por técnicas que minimicen el dolor y la incomodidad debe ser una prioridad ética, incluso si eso significa elegir un enfoque más convencional pero probado. La innovación en la medicina veterinaria es valiosa, pero nunca debe ser a costa del bienestar del paciente.


Más allá del dolor físico: el impacto emocional

El dolor no solo afecta el cuerpo, sino también la mente. Los animales con dolor crónico suelen mostrar signos de estrés y ansiedad, lo que a su vez puede perpetuar ciclos de incomodidad y disfunción. Es esencial que los veterinarios consideremos tanto el dolor físico como el sufrimiento emocional en nuestras evaluaciones y tratamientos.

Por ejemplo, un procedimiento quirúrgico puede ser técnicamente exitoso, pero si el animal experimenta un postoperatorio doloroso o un manejo estresante, el impacto en su bienestar general puede ser significativo. Debemos integrar prácticas que reduzcan el estrés en el manejo pre, intra y postoperatorio, incluyendo el uso de analgésicos eficaces, técnicas de contención menos invasivas y un entorno hospitalario adaptado a las necesidades del paciente.


Reconociendo las presiones externas

No podemos ignorar que las decisiones veterinarias están a menudo condicionadas por factores externos. Las limitaciones económicas de los cuidadores, las expectativas sociales o incluso las metas comerciales de una clínica pueden influir en cómo abordamos el tratamiento de un paciente.

Sin embargo, como profesionales, debemos recordar nuestra responsabilidad principal: velar por el bienestar animal. Esto implica ser transparentes con las familia sobre el manejo del dolor, proponer planes realistas pero éticamente correctos y no sucumbir a soluciones que comprometan el bienestar del animal en nombre de la economía o la innovación.


Un llamado a la reflexión

Invito a mis compañeros a reflexionar sobre nuestras prácticas clínicas:

  • ¿Estamos identificando y tratando el dolor de manera efectiva?
  • ¿Estamos escuchando las señales que nos dan nuestros pacientes, tanto físicas como conductuales?
  • ¿Estamos tomando decisiones que priorizan el bienestar individual de cada animal, sin comprometerlo por factores externos?

La medicina veterinaria no solo trata de curar enfermedades, sino también de garantizar que los animales vivan vidas plenas y libres de sufrimiento innecesario. Reconocer el dolor y actuar en consecuencia es un pilar fundamental de esta misión.

Que nuestras decisiones clínicas sean un reflejo del compromiso que tenemos con el bienestar de cada uno de nuestros pacientes, priorizando siempre su calidad de vida por encima de cualquier otra consideración. Porque al final del día, el bienestar animal no es solo un ideal ético, sino nuestra razón de ser como veterinarios.

Por Rosana Álvarez Bueno

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