Hoy queremos escribir sobre una cualidad humana que no es muy abundante en nuestros días, la generosidad. En nuestro trabajo diario nos encontramos con multitud de personas y cada una con sus características y circunstancias. Pero a veces hay personas e historias que te dejan muy buena sensación al final del día, por su buen hacer, por su sencillez y por la ausencia de toda cualidad negativa.
Es el caso de la historia en la que pudimos participar ayer, la historia de Edi. Edi es un boxer macho que estaba en un refugio. Había sido recogido de la calle, donde lo habían dejado atado con la clara intención de que lo atropellara un coche. Edi era un perro claramente poco o nada adoptable, para qué nos vamos a engañar. Sus defectos dejaban claras sus pocas posibilidades: un problema pancreático que le hacía estar muy, muy delgado; unido a un prognatismo severo, que además de afearlo, le incapacitaba aún más para comer.
En el refugio obviamente no habría sobrevivido si no llega a ser por Noemí Jiménez, que no dudó en llevárselo a su casa en acogida. Edi había pasado ya por varias casas, siendo devuelto al refugio una y otra vez. Imaginaos de dónde podía sacar Edi sus ganas de vivir. Pero al fin, ¡llegó su momento! Se encontró con una casa, donde había otro cachorrito, Lucky, también rescatado por Noemí de un contenedor. Le dieron cariño, compañía, techo y cuidados veterinarios… ¡Todo lo que Edi jamás podía alcanzar a soñar!
Hacía unas semanas, Noemí nos había conocido en una Puppy party a la que había asistido con Lucky en su clínica veterinaria, así que se puso en contacto con nosotros por unos pequeños problemillas de comportamiento que comenzó a tener con Edi. Le comentamos sobre la necesidad de llevar a cabo una consulta para poder analizar esos problemas y nos habló sobre la posibilidad de adoptarlo que estaban barajando ella y su pareja, y que si lo hacían nos llamarían sin dudarlo. Una semana después Noemí nos contactó para decirnos que habían decidido adoptarlo. En realidad lo tenían muy claro, Edi les convenció desde el primer día.
Era lo único que le faltaba a Edi, ayudarle a ser mejor perro y a convivir en sociedad. Y en cuanto probó los premios, comenzó a entender enseguida lo que debía hacer. A Noemí, Paul, Edi y Lucky les hace falta tiempo y práctica para terminar de acoplarse, pero estamos seguros de que a partir de aquí el camino será muy recto para todos.
Esta historia no es única, hay muchas más noemís y edis, y a todos ellos les dedicamos este artículo. Gracias por habernos hecho partícipes.
Por Rosana Álvarez Bueno.