Estimado lector:

Me llamo “Cuba”, soy un machote de la raza Labrador, tengo 6 años y soy negro como el carbón. Soy bastante guapo, la verdad sea dicha, pero tengo un pequeño problema, de vez en cuando me como los calcetines. No sé cómo solucionarlo, ¿me pueden ayudar?

Para poder solucionar el problema de “Cuba”, usted, estimado lector, tendría primero que cursar una carrera universitaria. Por supuesto, leer mucho sobre los perros y su conducta, es decir, sobre Etología canina. Pasar muchas horas estudiando, trabajando y observando. Sobre todo tener mucha paciencia y ser optimista. Y, por último, saber que con todo y con eso, nunca llegará al límite de su aprendizaje sobre el comportamiento de los perros, porque ellos siempre le sorprenderán.

Pues bien, esa persona soy yo y “Cuba” es mi perro. Y así me presento ante ustedes con este artículo, esperando que “hagamos migas” como decimos por aquí, que consigamos congeniar usted y yo, y que aprendan algunas cosas interesantes sobre cómo se solucionan los problemas de comportamiento de nuestros perros.

Usted se estará preguntando: “¿cómo es que su perro tiene problemas de conducta?, ¿cómo pretende entonces enseñarnos?” Yo le planteo lo siguiente: “¿es que el hijo de un médico no se resfría?, ¿o el hijo de un dentista no sufre nunca de caries?” Por supuesto que sí pero, siendo un profesional en la materia tendrá más posibilidades de prevenir el problema, identificarlo a tiempo y atajarlo mediante un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado. ¿No está de acuerdo conmigo? Más adelante, cuando hayamos aprendido algo más sobre problemas de comportamiento y sus terapias, les contaré cuál era el caso de Cuba y cómo se solucionó.

Desde pequeña quise ser Veterinaria. Tenía muy claro que quería trabajar cerca de los animales. Era uno de esos niños que quieren recoger de la calle a todos los perros abandonados y llevárselos a casa. Más de una vez lo intenté con la consiguiente bronca de mis padres, claro. Sin embargo, no pude disfrutar de mi primer perro hasta que no estuve, se puede decir independizada, en la Facultad y allá por mi primer año de carrera. Era una Cocker dorada, se llamaba “Menta”. La llamamos así porque de pequeña se comía los caramelos de menta que dejábamos a su alcance. Ella fue la que me hizo acercar sin saberlo, a la Etología  para comenzar a enseñarme muchas cosas sobre cómo  sobreviven los perros en la vida de los humanos. Todavía hoy lo sigue haciendo en mis recuerdos ya que, desde hace casi 3 años, no está conmigo.

Pero al terminar los estudios no orienté mis pasos hacia la medicina del comportamiento. Me ocuparon diferentes campos de mi profesión durante unos años hasta que poco a poco, observando a mis pacientes y escuchando a sus propietarios, empecé a interesarme por la clínica del comportamiento. No venían a la consulta para eso, pero me di cuenta de que la gran mayoría de los dueños me contaban sin querer, su caso de comportamiento y los problemas que a diario enfrentaban con sus animales sin saber que también estos conflictos tienen solución: “mi perro se hace pis por todos lados”, “si le intento tocar la comida me muerde”, “cuando llego a casa me la encuentro destrozada”, “mi gato me muerde los tobillos”

Pensé que era hora de intentar poner solución a todo lo relativo al comportamiento canino y a los  problemas derivados de la convivencia de perros y personas. Qué conductas podemos esperar que sean normales y cuáles no, todo un mundo por explorar con miles de preguntas y respuestas. Me puse manos a la obra. Y así me encuentro en la actualidad, dedicándome de lleno a la clínica del comportamiento y a las terapias de conducta.

¿Qué podemos considerar un problema de comportamiento? Pues cualquier alteración en la conducta normal de un animal doméstico que pueda provocarle a él, o a otros, una enfermedad o una lesión, que sea peligrosa o simplemente molesta para su propietario. Lógicamente, para saber si una conducta es anormal, primero hay que conocer cuál es la normal, de ahí que sea tan importante el estudio y la observación, y sobre todo no caer en el antropomorfismo, es decir, atribuir a los animales cualidades humanas.

Así surge el concepto de “terapias de conducta”. Del análisis de datos de casos presentados en las consultas veterinarias se llegó a la conclusión de que una parte importante del total, entre el 40 y el 80%, según el estudio consultado, se refería a casos de comportamiento. Y se vio que estas consultas eran cada vez más frecuentes y que, por tanto, necesitaban de estudio y tratamiento. Sobre todo algunos de estos problemas, como la agresividad, que se convierte en un caso de interés público por los ataques a personas; o la ansiedad por separación, que produce una gran molestia en el propietario por los destrozos y las denuncias de los vecinos. Además, los trastornos de la conducta también aparecen como síntoma, a veces el único, en algunas enfermedades, por lo que se aumenta su importancia.

Del estudio de los problemas de comportamiento de los animales domésticos, prevención, diagnóstico y tratamiento (terapias de conducta), se encarga la Etología Clínica Veterinaria. Este término como tal, apareció la primera vez en el British Veterinary Journal en 1969. Desde entonces, esta ciencia, pequeña parte de la Etología General, ha ido en creciente aumento.

Anteriormente a la existencia de las terapias de conducta, había dos tratamientos muy extendidos y generalizados, que se barajaban como los únicos para esta serie de trastornos: la castración y la eutanasia. Las estadísticas hablan. Desgraciadamente, la causa de que la mayor parte de perros de menos  de un año sean  sacrificados o devueltos a residencias o refugios, es un problema de comportamiento que no se ha solucionado, o que ni siquiera se ha diagnosticado. Algunos estudios indican que del total de las eutanasias de perros y gatos, un porcentaje del 12 al 28% son debidas a trastornos del comportamiento. La castración indiscriminada de perros que mostraban cualquier síntoma de alteración de la conducta, es la causa de que actualmente los veterinarios especialistas en este campo, tengamos ganado el indignante apelativo de “castradores”.

En particular, y por mi experiencia, considero muy importante como causa de todos estos problemas la falta de información la cual constituiría la mejor prevención de los mismos. Información que no nos dan, o que no pedimos o no sabemos que tenemos que pedir, para una correcta y equilibrada convivencia con nuestros perros, a fin de evitar que surjan problemas. Y aquí es donde quiero poner mi granito de arena, para mostrarle  a usted lo que no se le dijo o no se atrevió a preguntar. Afortunadamente puedo decirle, para que no se desanime después de todas estas estadísticas, que los problemas de comportamiento pueden solucionarse en un porcentaje muy elevado de casos. Lo que también tengo que decir, es que esta solución es difícil y es imprescindible tener constancia, paciencia y ganas de solucionar el problema, si no, no conseguiremos nada.

Mientras escribo, tengo a mis cuatro amigos perrunos respirando y roncando bajo mis pies, y a mi gato, que indudablemente es el rey de la casa, intentando cazar mis dedos mientras se mueven por el teclado. ¿Se puede decir que esto es armonía? Seguramente usted, que le gusta la compañía de su perro, estará de acuerdo conmigo en que sí. Y algún otro que tenga un cachorro bailando alrededor y mordiéndole los pantalones mientras lee esto, se estará preguntando cómo se consigue. Con esto pretendía ilustrar lo que decía en el párrafo anterior: hay que tener mucha paciencia, y si no se tiene, aprenderla.

Los problemas de comportamiento tienen una terapia específica según de cuál estemos hablando: agresividad, eliminación inadecuada, conducta destructiva, fobias, vocalización excesiva, estereotipias, etc. En general incluyen cuatro posibles métodos:

  • Quirúrgicos: aquí hablamos en concreto de la castración.
  • Adiestramiento: basado siempre en la educación de perro y propietario, mediante el aprendizaje del animal por técnicas de habituación y condicionamiento clásico e instrumental.
  • Modificación del ambiente en el que vive diariamente el perro.
  • Utilización de psicofármacos que corrigen el desequilibrio en las sustancias químicas del sistema nervioso central, y modifican la capacidad de respuesta del animal, disminuyendo los niveles de estrés que bloquean sus mecanismos de  aprendizaje.

Lo último que me queda por decir en este artículo de  introducción a las terapias de conducta, es que nunca se debe utilizar un único método, sino que dependiendo del problema, habrá que combinar varios para conseguir una respuesta adecuada.

Llegados a este punto, los leones se están despertando y mirándome con cara de “deja ya al lector y llévanos a dar una vuelta, que para una introducción ya está bien”. Creo que le haré caso y dejaré que usted juzgue si sigo otro día contándoles algo más.

Que empiecen un 2006 tan bien acompañados como yo.

– Gracias a mi profe, gracias a los perros –

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