Publicado en As.com Buena vida + el 9/02/2017
Para llegar a esta conclusión, se llevó a cabo un experimento en el que los investigadores grabaron a un grupo de personas diciendo frases como «¡Ven aquí!» o «¡Vamos, chico!». Los participantes debían pronunciarlas primero mirando fotografías de perros adultos, de edad avanzada, cachorros; y después sin mirar ninguna imagen. Finalizada la sesión, se comprobó que en función de la edad del perro, cada persona empleaba un tono distinto, siendo más suave a medida que el animal era más joven.
A continuación, un grupo de perros adultos y cachorros fueron grabados con una cámara mientras escuchaban esas voces enlatadas. ¿Cuál fue su reacción? El resultado vino a corroborar lo que ya especulaba Mathevon. Los más jovencitos se sentían especialmente atraídos y ponían más atención cuanto más dulces y melódicas eran las voces. Mientras que la mayor parte de los perros adultos permanecían impasibles ante las diferencias de tono.
Habla a tu perro como si cantaras
Rosana Álvarez, veterinaria especialista en medicina del comportamiento, lleva años aconsejando a los dueños de los perros que acuden a su consulta que hablen a sus mascotas como si estuvieran cantando. Y no solo eso: la experta también cree que «deberíamos dirigirnos a nuestros perros con una sonrisa en la cara, ya que así escuchará más contento y leerá más fácilmente nuestros mensajes», asegura.
Ahora bien, la voz es solo una de las vías que tenemos los humanos para llegar hasta nuestros peludos compañeros y modificar su conducta. Es más, según la veterinaria ni siquiera es la principal. «Los gestos suelen ser mejor atendidos, ya que debido al proceso de domesticación que ha representado la coevolución de ambas especies, los perros han aprendido más a observarnos que a escucharnos», sostiene Álvarez, quien asegura que «siempre es más fácil enseñar usando gestos, ya que el perro está atento a nuestra cara y nuestro cuerpo, lo que le permite entender tanto las indicaciones como identificar el estado emocional de su dueño».
Esto no significa que la experta esté restando importancia a la voz, ni al tono que le acompaña. Es más, Álvarez defiende la idea de que «si nos expresamos con una entonación dulce, el perro nos atenderá mejor que si esta es brusca y grave».
Tu perro no es tu hijo, pero casi
Más allá de las palabras y los gestos, Álvarez nos recuerda que los perros siempre establecen un nexo con la persona con la que conviven. «Vínculo, actitud, aptitud, voz, entonación y estado de ánimo. Todo cuenta», asegura. Eso sí, la experta hace especial hincapié en la relación emocional que nace entre el animal y el ser humano y en la similitud que existe entre esta y la que se crea entre padres e hijos. «Nos consta a través de las conclusiones de algunos estudios que existe cierta semejanza entre la relación hijo-madre y la de un perro y su dueño», apunta la etóloga. Dicho parangón, la experta lo atribuye a la domesticación: «Ha propiciado que muchos rasgos conductuales del perro se hayan acercado notablemente a los de un niño pequeño, lo que a su vez provoca en las personas actitudes maternales hacia sus mascotas».
Si quieres que aprenda, no esperes demasiado
En cierto modo, los perros no son tan distintos a los humanos. Y es que, del mismo modo que a partir de los 40 años, para muchas personas plantearse iniciar una carrera universitaria está fuera de lugar, para un perro el mejor momento para aprender a ir a por las zapatillas es cuando no tiene más de dos meses de vida. «A esa edad, la plasticidad neuronal del cerebro de un cachorro es la ideal para el aprendizaje. A partir de entonces se puede iniciar una enseñanza basada en el refuerzo positivo y la habituación, carente de castigos y sin exigir perfección en los comportamientos», recomienda Rosana Álvarez, veterinaria especialista en medicina del comportamiento.
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