Artículo Publicado en la revista Argos.
Desde estas líneas intentaré plasmar mi opinión en base a mi trabajo como Etóloga clínica y representante de una asociación de estudio e investigación (AEPE).
Desgraciadamente hoy en día, la Etología como ciencia aplicada a los animales domésticos no está todo lo desarrollada que quisiéramos. No voy a hablar de todos los aspectos de la profesión, porque no cabría en estas pocas letras, sino sólo de lo que concierne a su aplicación en el campo de los animales procedentes refugios.
Opino que todas las instituciones de protección y recogida de animales abandonados deberían contar con un profesional en Etología que pueda velar por el bienestar de los animales que allí residen, así como realizar trabajos de modificación de alteraciones del comportamiento y de reeducación, tanto in situ como a posteriori, en el domicilio de la persona que adopta al perro, gato o caballo.
La mayoría de perros y gatos acaban en las protectoras por problemas previos de comportamiento, y los que no, alteran su conducta en las jaulas de la perrera debido al estrés, al confinamiento y a la privación sensorial.
De los que consiguen ser adoptados, un gran número vuelven una y otra vez debido a la falta de asesoramiento etológico profesional.
La cruda realidad es que la mayoría de estos establecimientos no poseen recursos económicos ni tan siquiera para alimentar a los animales, a pesar de que muchos de sus integrantes realizan una labor encomiable de voluntariado, sacrificando su tiempo de ocio y parte de su vida. Conozco muchas de estas personas que se forman en nuestros cursos de Etología para poder atender, de manera altruista, a las necesidades de bienestar de los perros y gatos que manejan diariamente hasta su adopción.