Pierdo la cuenta de los meses que llevo sin aparecer por aquí, me tienen que perdonar, pero tengo una razón de peso, concretamente de unos 10kg de peso y 11 meses.
Y a mi habitual non stop se une que he vuelto al trabajo, sí, se me acabó la excedencia y la pequeña Lady Berta tiene tareas nuevas. Si lo de antes era un non stop ¡esto ya no sé cómo clasificarlo!
Ahora me faltan horas, o me sobran tareas que hacer. Y evidentemente ha habido una independencia forzosa, la pequeña se ha incorporado a una nueva andadura escolar, y yo…bueno, dejémoslo en que he vuelto al trabajo. Hay días en que paso hasta 12 horas sin verla, y claro, el momento reencuentro es como una escena a cámara lenta de la película Carros de fuego, con su banda sonora y todo. La pequeña Berta se abalanza sobre mí para no soltarse salvo alarma nuclear. Así que me convierto en madre gorila. No, no por lo peludo, que ya les veo pensando cosas raras, más bien es porque la llevo colgando de la chepa (o de la teta, según el momento) el resto del tiempo que estemos juntas. Y nada, yo aprovecho para achucharla un poquito, pero poco, porque no le gusta mucho la verdad.
Y ya dicho sea de paso a mí tampoco (igual estas cosas también se heredan). Y sí, tengo fama de poco cariñosa en mi familia, algo que no gusta mucho, pero que yo no considero un defecto. Creo que en mi caso, cuánto más me han pedido que lo demostrase y más me lo han repetido, menos lo he demostrado yo, psicología inversa que le llaman. No doy besos, no abrazo, no toco, y por ende, no me gusta que lo hagan conmigo. Las personas que intentan ganarme con esas muestras van por el mal camino: me intimida, me incomoda y me provoca cierto nerviosismo. No lo puedo evitar, me siento invadida. Yo reservo mis muestras de cariño para quien yo quiero, y sobre todo para cuando quiero.
Claro que en el caso de los humanos es sencillo zafarse de recibir ciertos besos sonoros o abrazos asfixiantes (ojo con el espécimen madre o abuela, es sumamente rápido), basta un «quita» o esquivar haciendo vulgarmente lo que se conoce como «la cobra» para evitarlo. Pero claro, ¿qué ocurre cuando esas muestras de cariño exageradas van dirigidas a los amigos de cuatro patas? Sí, aquí la cosa se complica.
He escuchado en más de una ocasión: «qué rancio es mi perro, pues no le he dado un beso en los morros y me ha gruñido» o «pues a Rocco le encanta, fíjate lo tieso que se queda, eso es para que le de más». El colmo es: «mi gato sí que es cariñoso, le acaricio cuando viene a frotarse conmigo, hasta que me da unos mordisquitos así como de cariño y luego se va».
Y después de meses haciendo esto el pobre perro o el pobre gato, llega un día en que, hartos de que no entiendan su lenguaje, dan un paso más, y el gruñido se convierte en una dentellada, el quedarse tieso se transforma en agachar la cabeza y meter el rabo, y los mordisquitos de cariño en un zarpazo con bufido.
Nos empeñamos en demostrar el cariño hacía nuestros perros o gatos de la misma forma que lo haríamos con los de nuestra especie, y metemos la pata, y mucho. ¿O es que han visto muchos perros abrazándose? No vayan a mal interpretarme, hay perros y/o gatos a los que les gusta el contacto, pero a otros no, y hay que saber respetarles y entenderles. Que nuestro gato venga a frotarse con nosotros o se nos suba en el regazo no significa ni mucho menos que quiera ser acariciado. Él quiere contacto, pero es él quien determina cuánto, y si le acariciamos hasta que nos da un «mordisquito de amor» es que nos hemos colado.
Y si cuando vamos a abrazar a nuestro perro, el pobre se queda tieso como un palo o agacha la cabeza aguantando el chaparrón, es que no le agrada nada.
Pero claro, el ser humano, de naturaleza egoísta, no piensa mucho en el receptor de su necesidad, y lo único que quiere es satisfacer su dosis diaria de cariño, sin pensar si molesta o no o si le está exigiendo algo que no agrada a su perro o gato.
Y ahora espero comentarios del tipo: «a mí es que mi perro me lo pide», a lo que yo respondo: su perro le pide atención y cariño, pero no tiene que ser en forma de abrazo o beso. Puede ser un lanzamiento de pelota, un paseo extra, un par de caricias en la cabeza, unas palabras bonitas o unas carreras por la playa.
Eso es demostrar amor, y no, no se requieren besos. A mí si me regalan un jamón siento el amor, si me dan un abrazo me salen ronchas.
Me despediría de ustedes con besos o abrazos pero no me sale, así que, ¡hasta la próxima! 🙂
Por María Garrido.
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